«Más que quejarse del jefe, sería constructivo planificar nuevas maneras de enfrentar las situaciones»

Habitualmente los artículos que aparecen publicados sobre el trabajo y las personas, están planteados desde un prisma laboral. Hoy quiero enfocar la relación con el trabajo, desde el ángulo de la salud mental.

Partiendo de la base que la percepción que tiene una persona acerca de su trabajo se sitúa entre dos polos que van desde amar la actividad laboral que realizan —siendo un/a apasionado/a por lo que se hace— hasta detestarlo. Entre estos dos puntos encontramos una gran diversidad de matices.

Muchos son  los elementos  que influyen en la evaluación que cada uno hace de su trabajo: la vocación, la relación con la jefatura, compañeros, colaboradores y la percepción de recibir una remuneración justa, entre otros.
Teniendo en cuenta las implicancias que tiene el trabajo en todos los aspectos de la vida, por el tiempo que se le dedica y porque parte importante de nuestra identidad se desarrolla en este ámbito, es necesario asumir la responsabilidad de hacerse cargo  de buscar hacer los cambios que se requieran para estar bien en el lugar donde nos desempeñamos, y si esto no se ve como un camino factible, buscar otro sitio.

Cuando el problema radica en la vocación frente a la labor misma que se desempeña, no queda más que evaluar las motivaciones y los intereses laborales que se tienen y ver si es factible desempeñarse en aquella actividad que se añora. Muchas veces esto significa un camino de emprendimiento y para ello se requiere de mucha valentía, confianza en sí mismo y de revisar, en forma realista, las responsabilidades económicas que se tiene para preparar con antelación la salida.

Cuando sólo hay desmotivación ante lo que se hace y la persona no ha descubierto nuevos intereses, deberá encontrar maneras de reencantarse con lo que hace, entendiendo que su actividad, de una u otra forma, está al servicio de la comunidad y tiene una enorme utilidad para la sociedad.

Cuando el problema es la relación con la jefatura, es importante revisar el historial propio y ver si es la primera vez que le pasa esto o el desentendimiento con los jefes ha sido recurrente. Si fuera así está claro que el problema es personal y para revertirlo sería imprescindible analizar si uno tiene problemas con la autoridad. De ser así, podría explicarse porqué descalificamos reiteradamente a la persona que hay detrás del rol y comprender que un cargo de jefatura enfrenta diariamente muchas exigencias y desafíos.

Por el contrario, si tenemos una jefatura que no nos gusta y esto es una excepción en nuestra historia laboral, se debe tener  en cuenta que las personas se comportan de diferente forma dependiendo de quién sea el interlocutor. La comunicación es circular, la respuesta de uno afecta a los otros,  lo que, por supuesto, también sucede entre jefaturas y colaboradores.  Un jefe puede tener una excelente relación con un empleado y una muy mala con otro, aunque ambos hagan un buen trabajo.

Por lo tanto,  más que quejarse del jefe, sería constructivo planificar nuevas maneras de enfrentar las situaciones. Si se tiende a tener un comportamiento confrontacional, buscar primero encontrar puntos de acuerdo; si se tiene una actitud pasiva, intentar ser más proactivo; si la percepción es de no ser tomado en cuenta para realizar nuevos proyectos, proponga nuevas ideas orientadas a colaborar con el desarrollo de la empresa o el área donde usted se desempeña.

Buscar ponerse en el lugar del jefe e intentar comprender sus dificultades puede ayudar a tener una actitud más empática. Si luego de hacer estos intentos, u otros, por optimizar  la relación, se da cuenta  que  no funciona, y el ambiente laboral en que se encuentra no le es agradable y debe aceptar situaciones incómodas y trabajos que no le resultan ningún desafío, o siente que ha tocado techo, no existiendo ninguna posibilidad de progresar y tener una carrera ascendente dentro de la empresa, no queda más que buscar otro trabajo, y es imprescindible hacerlo y no esperar que las cosas cambien por sí solas.

Las cosas que no han cambiado en años, habiéndolo intentado, no lo harán en el futuro. Si uno tiene claras sus competencias y sabe lo que quiere, es muy probable que encuentre mejores horizontes. De todas maneras siempre es aconsejable conversar con personas que uno valora y respeta por su trayectoria. Pueden mostrarnos aspectos que nosotros no somos capaces de ver porque cuando algo nos perturba, muchas veces nos cerramos a nuevas posibilidades.

Es responsabilidad de cada uno las elecciones que hace y continuar en un trabajo que es desmotivante es una decisión que implica un costo emocional significativo que repercutirá en todos los ámbitos de la vida.