Aprender a ser disciplinados y responsables es, sin duda, necesario para lograr los objetivos que nos propongamos. El esfuerzo, hemos aprendido desde pequeños, que es recompensado, pero no siempre es así, a veces nuestros esfuerzos se difuminan por diversos motivos.

Ser capaz de dilucidar cuando hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance y por ende cuando debemos reevaluar nuestros objetivos es un gran desafío que como todo es subjetivo pero comprender que hacer un viraje en el camino no es un fracaso si no un aprendizaje nos puede dar nuevas fuerzas para continuar, por el contrario, actuar obcecadamente sin asumir que es necesario hacer un cambio en aquellos planes en los cuales solo invertimos sin lograr cosechar lleva a un tremendo desgaste de energía que sin duda pasa la cuenta al bienestar emocional.

Las conversaciones son el medio a través del cual van tomando forma las relaciones que establecemos con los otros. Existen diferentes tipos de conversaciones, conversaciones donde asumimos un rol más pasivo donde no manejamos un tema y queremos aprender, aquellas  donde se intercambian ideas de forma respetuosa, buscando comprender la postura del otro, escuchando atentamente sin estar pensando que es lo que diremos después, conversaciones que buscan profundizar los vínculos y que implican compartir nuestras emociones, experiencias, historia, sueños. Y en todas estas conversaciones de las que somos participes, somos activos, si no nos sentimos a gusto en un grupo o con una persona en particular, es necesario para darle un viraje a esa interacción, asumir la responsabilidad que cada uno tiene en generar buenas conversaciones y no esperar que el otro ponga el tema, si asumimos que nuestro tiempo es finito, ¡hablemos de lo que queramos hablar!

La idea de “Conócete a ti mismo” planteada por los filósofos griegos es postulada de una u otra forma por distintas corrientes espirituales y por las diferentes corrientes de psicología, ahora ¿Qué es lo que tenemos que conocer?  y ¿Para qué?

Simplemente para poder usar nuestro potencial tenemos que saber con qué contamos. Necesitamos comprender cómo nos sentimos en diferentes situaciones, conocer qué nos motiva, qué valoramos en las relaciones y en la vida, conocer con qué disfrutamos, qué nos entristece, qué nos enrabia, conocer cómo podemos ayudarnos a nosotros mismos a cambiar nuestros estados emocionales, conocer cómo queremos evolucionar, entender cuáles son nuestros límites, etc… ¿Para qué?, para encontrar respuestas personales que permitan a cada uno disfrutar de una vida con sentido.

La autenticidad se refiere a mostrarse como uno es. Esto es muy importante, ya que es la única forma de que los vínculos que generamos con otros se experimenten como verdaderos. Sin embargo, ser autentico puede constituir una trampa para uno mismo si es que esto limita nuestras posibilidades de cambio.

La construcción de una forma de ser diferente a como las personas piensan que son, en algunos, acarrea una cierta “culpa”. Esto, porque implicaría como un no ser fiel a sí mismo y si hay algo en lo que posiblemente todos estemos de acuerdo, es que el cambio es constitutivo de la vida y por ende nosotros, necesariamente, también cambiamos. Por lo tanto, nuestra forma de ser auténticos debe incluir la posibilidad de dirigir nuestros propios cambios, permitiéndonos la posibilidad de evolucionar.

Si bien todas las parejas se relacionan de una forma única, hay algunos elementos que nos permiten identificar cuando una relación es constructiva y cuando no lo es. Y más que un largo listado de comportamientos específicos, podríamos resumirlos en que una pareja sana es aquella en la que cada integrante tiene sus propios intereses y desafíos personales, sintiéndose apoyado por el otro en su anhelo de crecer de forma individual. Donde cada uno disfruta sus espacios de soledad, a la vez que comparten un proyecto de vida.

Sabemos que la tecnología es solo una puerta pero la demonizamos muchas veces como si en sí, fuera la fuente del distanciamiento en las parejas, las familias o las amistades. Como si su uso estuviera limitado a la búsqueda de información superflua, a la invitación a lecturas rápidas y a la exposición sin sentido.

La tecnología no es nuestra enemiga, lo es, nuestra incorporación de modas y usos sin cuestionamientos, tomando el actuar de otros como parámetros válidos para nosotros mismos. O cuando actuamos de forma adictiva, no encontrando un equilibrio en nuestro uso del tiempo.