Cada vez es más común la presencia de familias reconstituidas,  donde el padre o la madre conviven o se casan por segunda o incluso tercera vez. Lo en muchas ocasiones resulta difícil no solo para la familia, sino también para el nuevo integrante.

Hoy quiero centrarme en la problemática que enfrenta el padrastro o madrastra, desde asumir el poco amigable nombre que se le da al rol, antagonista común de los cuentos infantiles.

Luego de una separación o del duelo por la muerte de un cónyuge, es muy habitual que los padres sobreprotejan a sus hijos y se pongan muy aprensivos. Tanto que  a veces caen en la categoría de los llamados padres helicópteros, anticipándose a las más mínimas necesidades de los niños, previendo cualquier peligro y evitándoles al máximo eventuales frustraciones y experiencias negativas, mermando el desarrollo de su autonomía y de su confianza en sí mismos.

He visto con bastante frecuencia el problema de algunas parejas para llegar a acuerdos en relación a la formación de los niños, donde el padre o la madre busca protegerlos de las ideas que tiene en esos momentos el “recién incorporado integrante” que, como no es el padre o la madre, es imposible que entienda las “reales necesidades del niño”. La pareja, de quien se valora su opinión para la gran mayoría de los temas, pasa a ser desacreditada en lo que se refiere a educación de los hijos.

El dolor que puede ir afectando al padrastro o madrastra, comienza poco a poco a resentir la relación, repercutiendo en la interacción con los niños y produciendo muchas veces un espiral negativo, donde el que se siente rechazado, comienza a alejarse, sintiéndose marginado.
El rol del padre o la madre que decide traer un nuevo miembro a la familia implica la responsabilidad de acogerlo y buscar, en conjunto, la forma de hacerlo un participante activo. Es ideal que antes de tomar una decisión de este tipo la pareja haya llegado, previamente, a acuerdos claros y definidos de cómo enfrentará el cambio. Si no lo hicieron, deben estar atentos a como se van dando las situaciones y enfrentarlas de modo que logren que la relación familiar fluya en forma armónica.

Sugerencias para la madre o el padre:

  • Establezca límites claros de espacio para estar con su pareja y con los niños.
  • Procure mantener un clima agradable y de respeto. Si es necesario poner orden, hágalo usted, no espere que el padrastro o madrastra lo haga, a no ser que ya esté totalmente validado por los niños.
  • Si se separó, mantenga una relación lo más armónica posible con su ex cónyuge. Para los niños es más fácil aprender a aceptar y luego querer al padrastro o madrastra si la figura de su mamá o papá es respetada, porque no se sienten desleales.
  • No desacredite lo que dice a sus hijos el padrastro o madrastra, delante de ellos. Si no está de acuerdo, espere que los niños no estén presentes y discutan sobre el tema hasta llegar a un entendimiento.
  • Anime a su pareja, es importante que le muestre que se da cuenta de los esfuerzos que hace por acercarse a los niños y demuéstrele su alegría por los logros. Es probable que en un comienzo este esfuerzo lo haga principalmente para estar con usted. Poco a poco, en la medida que se va encariñando con los niños, buscará acercarse a ellos ya no por usted sino que por ellos mismos.
  • Escuche a su pareja: los padrastros o madrastras pueden ayudar mucho al mostrar aspectos de sus hijos que, por la cercanía emocional que como padres tienen con ellos, no logran mirar con perspectiva.

Sugerencias para el padrastro o la madrastra:

  • Dese el tiempo para involucrarse emocionalmente, con el o los hijos de su pareja; no espere que de la noche a la mañana lo vean como el segundo papá o mamá.
  • Genere espacios para compartir con los niños, busque actividades que a ellos les agraden e intente tener pequeños momentos a solas con ellos.
  • Establezca límites: puede retarlos si es necesario, en la medida en que se haya generado una relación cálida y amorosa.
  • Con una actitud consecuente, paciencia y amor el padrastro o madrastra dejará de ser un extraño, convirtiéndose en un pilar fundamental en la familia.